Por Scott Trescott
Imagínese estar colgando de una cuerda ultra delgada, los pies suspendidos en el aire a 100 metros sobre un cañón oscuro y misterioso; un cañón hasta el momento completamente inexplorado. A su derecha está la cascada de Barroso, una catarata gigante que se desploma 140 metros en un rugido ensordecedor. Ningún miembro del Grupo Toros Canyoning les negará haber sentido cierto nivel de miedo al estar colgando en ese exacto lugar. La clase de miedo que te hace sentir intensamente vivo.
En mi caso, al estar ahí, también experimenté un ligero deja vu: casi cuatro años atrás, un equipo de montañeros de San Carlos llamado Unidad Ecos habían colgado de estas mismas paredes de piedra. Pero ahora, era el momento para que los Toros terminaran el trabajo.
La Catarata del Río Barroso es una de las joyas de la corona del Parque de Aguas Juan Castro Blanco. La cuenca del Río Barroso inicia en el mero corazón del parque, unos 6 km río arriba en la antigua fila de Volcán Viejo. En la mayoría de su recorrido, el río desciende por un valle amplio y abierto. Sin embargo, menos de un kilómetro antes de encontrarse con el Río Toro, el Barroso cae a un profundo cañón, que debido a las características absolutamente verticales de su geomorfología, permanencia hasta el momento inexplorado por el ser humano.
El primer “empuje” para revelar los secretos del cañón de Barroso se dieron en el 2016, cuándo miembros de Unidad Ecos, incluyendo Jorge Hidalgo, yo (Scott Trescott), Eduardo Blanco, Rosario Jara, Isaac Naranjo y muchos otros emprendieron un gran esfuerzo que involucró tres expediciones por montaña. Luego de transportar pesadas cuerdas de rescate y una gran cantidad de equipo vertical por la selva, la unidad montó una base de operaciones 100 metros río arriba de la cabecera. Desde ahí coordinaron la labor de acercarse a la catarata, usar árboles como anclas y rapelar por dos cuerdas en simultáneo hasta alcanzar el borde del cañón, más de 100 metros abajo.
De pie en ese borde, no pude evitar sentirme asombrado por la inmensidad del cañón que me rodeaba. Mientras tanto, la catarata caía a mi lado hasta estrellarse con fuerza en las rocas unos 30-40 metros más abajo. De repente, una ráfaga de viento desplazó el chorro de la catarata, dirigiendola con fuerza explosiva sobre mí. Fue como sufrir la ducha más intensa de mi vida. En ese momento yo estaba solo, empapado de pies a cabeza y ligeramente aterrorizado. Este lugar era mucho más extremo de lo que había imaginado y sentí un fuerte deseo de “salir soplado” de ahí. Luego de treinta minutos ascendiendo por la cuerda, me encontraba de vuelta en compañía de mis compañeros los Ecos. La misión como nos la habíamos propuesto se había cumplido: habíamos logrado mirar dentro del abismo; sin embargo aún quedaba la incógnita de poner pie dentro del barranco y recorrerlo hasta su salida por otra catarata río abajo, en un sector conocido como “la cueva”. Ahí es donde años después entrarían en juego los Toros...
En Toros tenemos la meta de aperturar nuevas rutas de canyoning y publicarlas en nuestro sitio web, para que estas sean de acceso a todo público. Barroso se planteaba como un nuevo y gran reto para nosotros: Los Ecos nos habían abierto el acceso hasta la catarata de Barroso y los turistas visitan frecuentemente la ya famosa catarata de “la cueva”, con su maravilloso arco natural en la roca. Es el tramo de cañón intermedio que seguía siendo un misterio y el cual creíamos poder aperturar. Han pasado muchos años y se ha hecho mucho trabajo para que esta exploración pudiera hacerse realidad.
Unimos fuerzas con la Asociación de Desarrollo Marsella de Venecia en Julio de 2019 para restablecer acceso a la ruta de los ECOS. Junto con un grupo muy sólido de montañeros que incluía Aletto, Frank y Alonso hicimos trillo hasta el Río Barroso, cruzando muchas filas y quebradas en nuestro recorrido. Ni siquiera un ejército de tábanos y un bosque que a veces parecía hecho completamente de espinas lograron detenernos. Esta fue’ la primera fase de nuestro plan.
En Diciembre del 2019 un nuevo equipo internacional compuesto por Felix (Australia), Fernando (México), Recaredo (Costa Rica), y por parte de Toros Daniele Rocchi (Italia/Irlanda) y yo (Estados Unidos) emprendimos el primer intento de apertura. Realizamos un primer rappel de 20 metros para alcanzar la cabecera de la catarata gigante y nos asomamos a la maravillosa ventana arriba de Barroso.
La vista ahí es como para dejar a cualquiera boquiabierto. Desde nuestra perspectiva la catarata se asemejaba a una de esas piscinas infinitas, donde el agua se mezcla con el cielo creando el efecto de un horizonte sin fin. El agua parecía desvanecerse conforme caía por el borde. En la lejanía podíamos vislumbrar el gigantesco Cañón del Río Toro Amarillo. Frente a nosotros, en las paredes del lado opuesto del barranco, podíamos ver la gigantesca catarata Latas con sus impresionantes 210 metros de altura. El paisaje era algo surreal y hubiera sido fácil perder ahí horas apreciando su majestuosidad. Pero teníamos una trabajo por delante...
Con su martillo rotopercutor, Rocchi instaló un pasamanos recuperable mientras que Félix le brindaba el respaldo de una línea de belay. Era un trabajo delicado, ya que el pasamanos tenía que correr justo al borde de un enorme precipicio. Finalizado el pasamanos, Rocchi inspeccionó la roca para ubicar el sitio perfecto donde colocar los anclajes necesarios para instalar el rappel más largo. El sitio escogido resultó ser ideal debido a la calidad de la piedra y que de ahí la cuerda colgaba libremente 100 metros sin un solo punto de roce. Baje’ de primero a la par del impresionante caudal de la cascada, hasta aterrizar en una gigantesca repisa llena de las sombrillas de pobre más grandes que he visto en mi vida.
El ruido era ensordecedor, y todo el paisaje era gigantesco, ciclópeo, como algo sacado de la película Avatar. Desde la repisa podía observar más de cerca las entrañas del cañón. Faltaba otro rappel de unos 40 metros para poner pie en el barranco, y a la distancia, entre el fuerte viento y la bruma, podía vislumbrar un reto que ocuparía otro pasamanos (un proceso lento y complejo). Era tarde, hubiera sido una locura ingresar a esa hora. Luego de ascender 100 metros de cuerda, abortamos la exploración.
El 5 de Enero del 2020 los Toros regresamos con un nuevo equipo: Rocchi y Yo junto con un tercer Toro, Allan Brenes, el espeleólogo y barranquista Sebastian Vallejo y, último pero no menos importante, el altísimo Español con voz de Barítono, Pablo Ruiz de Llanza, alias Kama Yonga (“Patas Largas”). Del otro lado del cañón del Río Toro, cerca de Quebrada Latas, a un kilometro de distancia, tomaría posición el mago del drone: Jean Paul Dinarte, de Discovering Waterfalls CR. Ese día, el Instituto Metereológico Nacional había emitido una alerta por fuertes vientos, condición que dificultaría muchisimo el vuelo de un drone, pero si alguien podía lograrlo, teníamos plena confianza en que sería Jean Paul.
El día arrancó lluvioso, pero para cuando estábamos nuevamente al borde de la gran catarata el sol brillaba en lo alto y el cielo se vislumbraba azul hasta el infinito. El equipo se notaba lleno de optimismo: podíamos sentir en nuestra sangre que este sería el día en que íbamos a completar la ruta, y todo arrancó con el mega rappel!
Iba a ser un descenso de 100 metros colgantes por una delgada cuerda Imlay nueva de 8,3 mm, recién salida de su empaque: una cuerda muy rápida y que hay que manejar con cuidado; nuestros esfínteres estaban bien apretados. A Allan (quien los Toros llamamos “The Mountain” debido a su mole) le tocaba descender de segundo. Cuando llegó su turno, su peso combinado con el de su enorme mochila fueron demasiado para su descendedor (el cual tenía puesto en máxima fricción!) y ni siquiera el nudo valdostano de respaldo pudo con el! El rappel rápidamente se convirtió en un descenso fuera de control. Rocchi se encontraba ya abajo, listo para hacer de belay. Cuando vió que Allan venía bajando a una velocidad vertiginosa, jaló duro la cuerda y logró frenar a Allan hasta que de nuevo estuvo en control de su rappel. Un buen inyecte de adrenalina para arrancar el día!
Poco después estábamos todos sobre la gran repisa cubierta de “sombrillas de pobre”. Identificamos una gran roca e instalamos anclaje para descender otros 40 metros hasta caer al anhelado barranco, un lugar realmente de otro planeta!
Mientras tanto, Jean Paul no nos defraudaba. Franqueó los fuertes vientos y captó unas espectaculares imagenes aereas de nuestro descenso a la repisa; imagenes que realemente ponen en perspectiva la magnitud de este cañón.
Nos encontrábamos ahora en el corazón del Cañón de Barroso. Aquí, la gigantesca catarata de 140 metros golpea el suelo con tal intensidad como para generar rafagas de viento y agua con la fuerza de un huracán. En segundos estábamos totalmente empapados, y así permaneceríamos durante el resto del recorrido, en la permanente sombra de las altísimas paredes; de no haber sido por la protección térmica de nuestros trajes de neopreno Vade Retro (cortesía de nuestros patrocinadores Grupo Eskalar/Petzl) hubiéramos entrado en hipotermia en pocos minutos. Las gigantescas paredes a nuestro alrededor nos hacían ver como pequeñas hormiguitas. Habíamos ingresado a tierra de gigantes.
Es difícil describir la sensación de estar en un barranco de esta magnitud y con esa clase de caudal, pero nada de lo que habíamos hecho en nuestra carrera como montañistas, espeleólogos y barranquistas nos había preparado para esto: cada paso era como avanzar por la superficie de un mundo maravilloso y hostil. Las paredes del cañón eran negras como el ébano, esculpidas en formas extrañas por un viento huracanado que nunca se detiene. La visibilidad era bastante baja y teníamos que comunicarnos a gritos debido al estruendo.
Luego de un sencillo destrepe y salto para esquivar una pequeña pero caudalosa catarata, el profundo cañón nos guió hasta la cascada final, donde podíamos observar el arco de piedra. Habiendo estudiado este obstáculo desde abajo en una gira anterior, sabíamos que sería necesario instalar un pasamanos para poder rappelar la catarata con seguirdad y evitar el fuerte rebufo que se crea en su base. Pablo hizo palanca de su imponente estatura e instaló ese pasamanos en un dos por tres.
Fui’ el primero en unirme a Pablo al otro extremo del pasamanos. Venia apenas recuperandome de un ataque bastante fuerte de bronquitis y había dormido pesimo la noche anterior, y un momento de descuido hizo que me resbalara y di con la cara contra uno de los anclajes. Sentí el calor de la sangre bajar por mi rostro, justo sobre mi ojo izquierdo. Por suerte el frío hizo que el sangrado se detuviera a los pocos minutos y pude completar el rappel.
Logré salir nadando del rebufo que me jalaba hacia el chorro de la catarata, y me alisté para ayudar a sacar a los siguientes compañeros de la peligrosa corriente. Rocchi vino de segundo y se posicionó para filmar la acción con su GoPro. Sebastián era el siguiente en fila y descendió con una mochila muy pesada y mucha cuerda; tuvo dificultad para quitarse la mochila de los hombros y la corriente comenzó a jalarlo hacia abajo de la catarata. Me lancé a ayudar a Sebas: lo agarré y comencé a nadar con toda mi fuerza, pero no era suficiente! Rocchi vió que estábamos en problemas, así que tiró la cámara, encontró un pequeño agarre en la piedra y nos tendió una mano. Afuera todos!
Todos terminaron llegando abajo con seguridad. Nos abrazamos en círculo, con grandes sonrisas por todo lo que acabamos de ver y vivir. Gritamos y bailamos en un puro jolgorio!
Y el consenso del grupo fue absoluto: Barroso es un cañón sin rival en todo Costa Rica.